Había una vez dos hermanos muy diferentes entre sí, Pablo y Carlos. Pablo era muy bueno mientras que Carlos era muy travieso. El 31 de diciembre un hada se les apareció y les dijo:
– ¡He venido a traeros un regalo de Año nuevo! Aquí tenéis unos libros.
Cada hermano cogió uno de los libros, pero estaban en blanco. ¡No había nada escrito! Pablo, que era muy agradecido, se puso muy contento y le dio las gracias al hada. Pero Carlos refunfuñó y se enfadó tanto que tiró el libro contra un charco de barro.
Un año después, el hada se les volvió a aparecer y les pidió a los dos hermanos que le enseñaran sus libros. El libro de Pablo estaba como nuevo, en cambio el de Carlos estaba sucio y medio roto. Entonces les dijo que echaran un vistazo a las hojas. El libro de Carlos estaba lleno de borrones. Sin embargo, las de su hermano estaban llenas de hermosas letras de oro.
– Carlos – le dijo el hada – Todos esos borrones son de los momentos en los que no te portaste bien con los demás. Cuando discutiste con tu hermano, cuando te peleaste con tu amigo, cuando desobedeciste a tu madre… Tu hermano, sin embargo, ha sido bondadoso, y por eso su libro está escrito con letras de oro. Pablo, las letras de oro son por cada vez que diste un beso a vuestra madre, o cuando le dejaste tus juguetes a tu hermano, aquel día que ayudaste en clase a tu compañero o ese otro en el que ayudaste a cruzar a un anciano.
Pablo quería quedarse con su libro. ¡Era tan bonito! Pero el hada dijo que no podía ser, porque aquellos libros tenían que ir a la biblioteca del Padre Tiempo, quien anotaba cada año qué niños habían sido buenos y cuáles se habían portado mal. A cambio, el hada les ofreció dos libros nuevos, ambos con las páginas en blanco. Carlos había aprendido la lección y prometió al hada que su libro estaría lleno de letras doradas al año siguiente. Pablo aseguró que intentaría mejorar más. El hada se despidió muy contenta y cuando volvió al año siguiente se encontró los dos libros repletos de las letras de oro más bonitas que había visto jamás.
