El rey Alfonso X (el Sabio) era un hombre de letras, culto e instruido, bajo cuyo reinado florecieron todas las clases de ciencias y arte de la época. Sin embargo, no sabía demasiado del arte de gobernar, la economía o la administración pública, lo que llevó al descontento general.
A raíz de aquello, el pueblo se dividió en dos bandos: los que apoyaban al rey Alfonso y los que seguían a su hijo, el príncipe Sancho.
España se vio envuelta en una dolorosa contienda entre padre e hijo. Poco a poco, y sin casi necesidad de lucha, Sancho se fue haciendo con todo el reino y consiguió alzarse como Rey en la mayor parte de España.
Sin embargo, generosamente, no quiso atacar Sevilla, ciudad en la que el rey Alfonso, ya viejo y enfermo, se había refugiado. En esta ciudad pasó el monarca sabio los últimos días de su vida, arropado por todo el pueblo sevillano que, a través de su Ayuntamiento, se manifestó fiel al anciano rey y se dispuso a servirle en todo.
Don Alfonso otorgó como signo de gratitud a este pueblo tan leal un lema a modo de jeroglífico para el escudo de la ciudad, formado por las sílabas NO y DO con una madeja en medio. La lectura de este criptograma es “NO-MADEJA-DO», expresión fonética de la frase NO ME HA DEJADO, con la que el rey quería agradecer a la ciudad de Sevilla el hecho de que no le hubiera abandonado.
Desde entonces, este símbolo puede verse en el escudo de la ciudad así.