Hola queridos Yupiteros!!
Ya estamos aquí para contaros hoy la Fábula de la Cebra y la Girafa…
Doña Cebra y Doña Jirafa eran dos grandes amigas comprobándose en cierta ocasión en la cual doña Jirafa cayó tremendamente enferma de la garganta.
Doña Jirafa se levantó una mañana con la garganta terriblemente inflamada. El dolor que sentía al tragar era muy grande, y por ello no podía comer ni un triste grano de arroz.
Al ver empeorar su salud, doña Jirafa pensó que sería conveniente avisar a su amiga Doña Cebra, que siempre estaba pendiente de ella.
– ¡Ay, Doña Cebra! ¡Qué mal me encuentro esta mañana! ¡Casi no puedo ni hablar!- Exclamaba Doña Jirafa dirigiéndose a su amiga.
– Voy a ver el aspecto de esa garganta- Dijo Doña Cebra.- ¡Uf! Tiene muy mal aspecto, iré a la farmacia a ver qué me recomiendan para este tipo de dolencia.
Mientras Doña Cebra se dirigía a la farmacia en busca de una cura para su amiga, Doña Jirafa decidió meterse en la cama porque no podía ni mantenerse en pie.
Entre tanto, Doña Cebra no conseguía encontrar en ninguna farmacia los medicamentos suficientes para curar la garganta de su amiga, tan larga que era, y decidió viajar a otro país con más farmacias. Era tanta su preocupación por su amiga, y su sentido de la responsabilidad, que a Doña Cebra no le importaba el medio, sino el fin. Al ir a otro país en busca de los remedios, el viaje se alargó demasiado y, a su vuelta, Doña Jirafa ya se encontraba bien.
Esto no enfadó a Doña Cebra ni lo más mínimo, y ni se le pasó por la cabeza el lamentarse por la inutilidad de su viaje. ¡Ver a su amiga Doña Jirafa recuperada era la recompensa y felicidad para Doña Cebra!
La verdadera amistad es un gigantesco tesoro, y Doña Jirafa tuvo la suerte de comprobarlo.
